Desde que se descubrió que las hormonas influyen en las relaciones de pareja, la ciencia no ha parado de investigar sobre cómo el cerebro responde ante el impulso más importante del mundo. Estas son las conclusiones más recientes.
Cuando Ethan Hawke conoce a Julie Delpy en un tren en “Antes del amanecer”, la romántica película de Richard Linklater, bastan un par de miradas para que ocurra el flechazo.
Cuando Ethan Hawke conoce a Julie Delpy en un tren en “Antes del amanecer”, la romántica película de Richard Linklater, bastan un par de miradas para que ocurra el flechazo.
Cualquier espectador es capaz de reconocer el sentido de la escena. Las primeras palabras que la pareja se cruza son de lo más prosaicas, pero la esencia del idilio ya ha comenzado segundos antes en sus sonrisas bobaliconas.
Si un neurocientífico rompiera la ficción y se colara en la pantalla, podría explicar que Jesse y Céline, los personajes que interpretan Hawke y Delpy, acaban de tener un estupendo chute de oxitocina, dopamina, serotonina y adrenalina, entre otras hormonas, que, sin exagerar, ha conseguido enajenarles. Básicamente, esto es el amor.
“En el amor todo es química”, asegura a este periódico Juan Lerma, presidente de la Sociedad Española de Neurociencias, SENC, e investigador del CSIC. Y cuando nos enamoramos “se ponen en marcha actividades nuevas en circuitos neuronales que producen un estado de enajenación transitoria, muy parecido a lo que una droga puede inducir”. Las siguientes investigaciones van en ese camino.
El amor es un sentimiento tan hermoso, cuando deverdad hay confiansa, y cinseridad, entre ambospero aal final el amor se convierte en un infierno cuando la confiansa se pierde
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